Existen tres tipos de conductas que caracterizan a los niños con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad.
1.- FALTA DE ATENCIÓN:
En contra de lo que se ha creído durante muchos años, el síntoma más importante no reside en la hiperactividad, sino en las dificultades para mantener la atención y para concentrarse, por un período de tiempo, en algo que requiera un esfuerzo mental sostenido. Para otros autores, sin embargo, la principal dificultad del TDAH es el déficit de autorregulación; no es tanto la incapacidad de los niños con TDAH para mantener la atención, organizar una tarea o recordar lo sucedido (Funciones Ejecutivas), sino en su incapacidad para activar estas funciones cuando la situación así lo requiere. Todo sucede como si la atención y sus Funciones Ejecutivas (planificación, organización, etc.) estuvieran intactas, pero que escapan al control voluntario del niño o adolescente.
2.- HIPERACTIVIDAD:
El niño parece estar en constante movimiento de manera incesante, inadecuada, inoportuna e innecesaria, que resulta extremadamente inadaptativa y que limita seriamente las posibilidades de aprendizaje escolar y las relaciones interpersonales. Puede estar dando golpes con los pies constantemente, moviendo las piernas o el cuerpo. Puede estar en incesante movimiento, de pie o sentado, balanceándose y cambiando de postura con frecuencia. Se comporta así cuando está esperando o la actividad que realiza es aburrida. Aunque la hiperactividad va disminuyendo según los niños crecen, siempre serán más inquietos y necesitarán moverse.
Hay profesionales que consideran que los niños hiperactivos e impulsivos no son capaces de controlar sus movimientos por un déficit de inhibición o de control de la conducta.
3.- IMPULSIVIDAD:
Los niños con TDAH, primero actúan y, después, piensan, en el mejor de los casos. Sin embargo, el déficit no está en el pensamiento, es decir, no es que sean incapaces de pensar, (de hecho con frecuencia son personas con inteligencia media o media-alta), sino que no son capaces de esperar lo suficiente para dar al pensamiento la oportunidad de reflexionar y, después, responder. Un niño impulsivo puede golpear a otro cuando se frustra sin reflexionar en las consecuencias Contesta antes de que la maestra acabe la pregunta o puede interrumpir cuando alguien está hablando, sin querer ser desconsiderado. Se trata de un estilo cognitivo (impulsivo, irreflexivo) y de un modo de comportamiento que están fuera de su control.