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El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad  (TDAH) es una condición reconocida por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

El TDAH es un trastorno del neurodesarrollo más frecuente entre los niños y niñas. Es una alteración del desarrollo cerebral en las etapas tempranas.
Esta alteración produce dificultades y limitaciones en el ámbito personal, social, académico o laboral.

Esta
 alteración neurobiológica, que se inicia en la infancia, se caracteriza por: 

  • Dificultades para mantener la atención
  • Dificultades para regular el nivel de actividad
  • Dificultades en el control de los impulsos
Las personas con TDAH también pueden experimentar dificultades para mantener la función ejecutiva (o la habilidad del cerebro para comenzar una actividad, organizarse y llevar a cabo tareas) y la memoria de trabajo.

Por lo general, se ha asumido que el déficit de atención va acompañado de un exceso en la actividad motora o hiperactividad o que el déficit de atención es consecuencia inevitable de la hiperactividad. Pero, se ha demostrado que, en adolescentes y adultos, la actividad motora excesiva decrece, no así el déficit de atención; de tal modo que se acepta que una persona con déficit en la atención puede presentar hiperactividad o no.

Actualmente, el TDAH es el trastorno psiquiátrico con mayor incidencia en la edad infantil, según diversas fuentes.
Entre un 3% y un 7% de la población en edad escolar lo presentan, en mayor o menor grado de intensidad.

Su presencia se detecta antes de los siete años de edad y las alteraciones provocadas por los síntomas se presentan, como mínimo, en dos ambientes, afectando la actividad familiar, social, académica y laboral de manera notable.

Los síntomas del TDAH van evolucionando a lo largo del tiempo, de manera que, con la edad, algunos de los síntomas van desapareciendo. 
La hiperactividad y, en menor medida la impulsividad, disminuyen su intensidad en adultos y se modifica su expresión clínica. Sin embargo, los síntomas relacionados con la inatención se mantienen durante la edad adulta prácticamente invariables respecto a la infancia y adolescencia.

Se trata de un diagnóstico que, en sí mismo no tiene por qué ser grave, pero que puede traer otros trastornos asociados. Si no se trata de manera precoz y eficaz, tendrá consecuencias significativas en la evolución del niño, provocando alteraciones sociales, afectivas y de aprendizaje, hasta convertirse en problemas de adaptación en la edad adulta.

Para evitar que el TDAH afecte de forma significativa, variada y persistente la vida de  quienes lo padecen y de las personas de su entorno más cercano, es fundamental el diagnóstico precoz y la aplicación del tratamiento temprano más adecuado.